(EN UN MES DE DICIEMBRE, A FINALES DE LOS AÑOS 70 O INICIOS DE LOS 80...). Nadie sabe qué significaba para él andar bien o andar mal.. En todo caso, no existe quien ponga en duda que aquella noche fría y resquebrajada de diciembre, cargaba con una dosis respetable de alcohol entre sus labios, y otra de sensibilidad extrema en sus tímpanos de seda. Entró al bar del hotel, se detuvo a media sala a escuchar el solo de trompeta de Colindres (un músico brillante que atravesaba por un mal momento), y antes de que concluyera, dibujó con sus pasos tambaleantes una herida hasta el centro del escenario, ahí donde su colega intentaba disfrazar con gestos inútiles la mediocridad de su interpretación. Le arrancó de las manos la trompeta, la tiró con violencia hacia el piso, le dio una patada sin rumbo y exclamó: “hay que tener vergüenza, no se puede tocar tan pura mierda. La música se merece otra cosa”. Bajó del escenario, caminó hacia fuera del bar con la mirada encendida, puesta en el porvenir oscuro de su autenticidad. Algunas horas después, una parvada multitudinaria de pájaros lo proclamaba dueño absoluto de la madrugada y la soledad. Era el Fantasma Sandoval, el Charlie Parker de Centro América. AR / SVP (como respuesta indirecta y apresurada a un reportaje que se publicó el día de hoy, domingo 18 de julio, en un matutino del país).
1 comentario:
La música fue lo mejor que conoció en la vida.
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