Guatemala es el país de los estereotipos no de las palabras francas ni de los detalles cotidianos. El reino del aplauso oportunista y la complacencia hipócrita, o cuando menos ingenua. Aquí la crítica –social, política, estética, etcétera– no seduce, no convoca, no entusiasma a las instituciones ni anuncia la madurez de los individuos. La rabia y el rumor cobran víctimas, la crítica y la poesía no.
El chisme y la perorata ocupan por la fuerza las habitaciones del diálogo y del coloquio. Pienso en el chisme a obscuras –culpable e inconfeso– y no en el que vincula a unas esquinas con otras, sobrevolando los barrios y las ciudades en su escoba de metáforas y preocupaciones solidarias.La pena por criticar es la exclusión, el estigma. Y quien lo hace se ve obligado a renunciar al humor y al placer. Tras décadas de silencio, Guatemala aún no encuentra una forma a la vez seria y desenfadada de ventilar sus problemas y de convocar a la reflexión compartida. A la invención. En su geografía lastimada no hay lugar para las metáforas andantes (O. Paz) ni para las contradicciones vivientes (R. Barthes).
No obstante las apariencias, sobre todo de aquellas fundadas oficialmente el 29 de diciembre de 1996, la derecha política se ensaña contra todo ejercicio de la dialéctica y contra toda posibilidad de síntesis y de consenso. Y la izquierda tradicional –la de aquí y la que está de paso, visitándola en su residencia de imposiciones– considera a la crítica en general y a la de izquierda en particular, una práctica sospechosa, un deslizamiento individualista, un pretexto para escupir viejos resentimientos o para lavarse las manos...Para cobrar forma, la inteligencia necesita de la crítica no de la desconfianza o la indiferencia. Y mucho menos de los “hoyos negros” del olvido –rabia de no traer siempre el pasado robado en el bolsillo (F. Pessoa)– La visión instrumental de la existencia humana anula toda posible comprensión de la historia y acaba con la confianza en el lenguaje. Y con ello, en el discurso de la crítica.Se olvida que sin crítica es imposible imaginar la utopía, imaginar simplemente. Y que sin imaginación no hay placer, no hay amistad, no hay reencuentro. El aplauso por principio aturde a la realidad y sumerge a la vida cotidiana en las cloacas de la nada. O la expulsa hacia un paisaje poblado por dogmas, a un desierto sin mitologías.
La crítica pública no es un símbolo necesario sino la precondición para la libertad (S. Sontag) y la ironía. No importa cuán equivocada o acertada, sin ella la sociedad y el individuo terminan aniquilándose, odiándose, teniéndose lástima. Y por si fuera poco, tomando partido a ciegas y abjurando del sentido común y del buen sentido (A. Gramsci). La crítica es el sitio donde se funda el porvenir.
2 comentarios:
¿porque nadie ha criticado este articulo sobre la critica? ¿creeran que no es posible?
Lo que es cierto es que nos conformamos con las migajas que nos va dando la vida, y todavía queremos aplausos por eso; No nos cuetionamos nada, no creamos, solo seguimos al resto, y aun asi seguimos esperando los aplausos. una vida completa, cuando unico que tengamos al lado sean otros miles de huesos y miles de palidas cruces, seguiremos esperando los apluasos ... eternamente.
HAY QUE MORIR VIVIENDO, y si eso no le gusta a nadie ...
De acuerdo. Mueran los aplausos, las certezas y las migajas... Vivan las dudas, los desafíos, las aventuras...
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