agosto 28, 2010

Noticia: CANCION CONTEMPORANEA DE CENTROAMERICA EN CANADA

Toronto, agosto 26.


Concierto compartido de Tito Medina y Luis Mejía en Toronto.


La comunidad latinoamericana de Toronto está contenta. El concierto de 2 de sus voces centroamericanas históricas superó las expectativas, con buena música, lleno completo  e ideas renovadoras. He aquí el testimonio de Julio Serén, uno de los organizadores:


“El concierto de Tito y Luis Mejia fué todo un éxito.  Los cantautores hicieron un trabajo memorable, y el público respondió mejor de lo que esperábamos, en todo sentido: tanto en cantidad como en calidad... El conversatorio final permitió un acercamiento estrecho al ser humano y al poeta, a sus sueños y luchas... Fué conmovedor ver a la gente pararse a aplaudir cuando, por ejemplo, Tito terminó de cantar Guate-pequeña.. Algo que se repitió al final del concierto, con todo mundo de pié, aplaudiendo a más no poder”.


Palabras introductorias al concierto (1).


La obra de los cantautores es la trinchera  de la vida. A ella acude la población para saciar la sed de su memoria lastimada por el olvido y ahuyentar las amenazas de la soledad o el destierro.


Una canción de Tito Medina, por ejemplo, es algo que se espera con cierta ansiedad, un arma necesaria previo a la batalla en contra de quienes traicionan el porvenir. Y una de Luis Enrique Mejía puede servir, entre otras cosas, para irrigar los bosques de la amistad y del amor, en tiempos de sequía.


Los versos y las melodías de estos compañeros –de todos sus colegas latinoamericanos y de los músicos que los acompañan– nos han salvado muchas veces del horror, y han restituido la paciencia en nuestras manos, después de haber sido desparramada por la furia de las injusticias.


Si a algo debemos nuestra capacidad para levantarnos desde las ruinas, y rehacer la voluntad de vivir en armonía, una y otra vez, desde las cenizas de la corrupción o la impunidad, es a las voces generosas de los cantautores, a sus ritmos crispados por la alegría, a sus arreglos y movimientos, concebidos en el valle extenso de la diversidad y la tolerancia…


Nada cambiaría y todo seguiría igual sin estas presencias encantadas de la vida cotidiana. Gracias a ellas, las migraciones se tornan peregrinajes alentadores, las distancias se acortan, los deseos se cumplen y el reflejo de quienes marcharon antes, alcanza la piel desnuda del presente.


Dediquemos entonces el consenso de este acto, a estos “compañeros luminosos” de nuestra ruta hacia la dignidad y el reconocimiento.

(1) SVP Guat., agosto 2010.




agosto 17, 2010

EL EXILIO DE UNA PROMESA...





“Les digo adiós a ustedes, mis amigos, con amargura y pena, pero firme en mis convicciones. Renuncio obligado, para eliminar el pretexto de una invasión de nuestro país, y lo hago con los ojos puestos en el bienestar del pueblo”.
(Jacobo Árbenz Guzmán, 27 de junio de 1954).

***

En 1954, tras la derrota de la promesa modernizadora del gobierno democrático de Jacobo Árbenz Guzmán, un importante grupo de guatemaltecos partieron al exilio en Argentina. Silva Falla, Ramírez, Urrutia, Valdés Diaz, Pineda, Obando Sánchez... Decenas de ciudadanos se alejaron de la ciudad brutalizada para salvaguardar su integridad y seguir bregando por el porvenir...


Asilados en la embajada argentina en guatemala, 1954.
Al fondo a la izquierda, con el brazo en alto, el periodista Fernando Valdés Diaz.






NOTAS SOBRE FERNANDO VALDÉS DÍAZ
Por Ana María Pedroni, 2009 (*).

-I-

Conocí a Fernando Valdés Díaz en la Cárcel de Villa Devoto, en el año 1954, alrededor de septiembre o principios de octubre. Allí estaban todos los presos políticos, entre ellos mi hermano Omar Pedroni. Se encontraban allí dirigentes obreros, sindicalistas, profesionales, refugiados extranjeros y demás.  Hasta el médico privado de Perón habitaba en Villa Devoto que entre la gente de izquierda se conocía como la Universidad.

Fernando resultó en Argentina, primero, y en Villa Devoto después, porque cuando cayó el gobierno de Arbenz era uno de los jefes de información y tenía a su cargo una de las revistas culturales del diario Centro América, es decir el diario oficial, de perfil  combativo, en el que laboraban muchos periodistas jóvenes, algunos de Chiquimula, como Fernando, Rigoberto Cabrera, Edmundo Zea Ruano, etc. Al caer el gobierno popular, comenzaron a sufrir represalias y por lo tanto tuvieron que buscar asilo en las diferentes embajadas que les abrieron sus puertas: la mejicana, la argentina, la costarricense, etc.

En la embajada argentina, Fernando compartió el espacio con decenas de personas, entre las que se encontraban dirigentes obreros como Tono Ovando Sánchez, quien había estado preso durante la dictadura de Ubico, Humberto Pineda, también preso y torturado durante ese período, José Luis del Cid, sindicalista ferrocarrilero, Roberto Paz y Paz, alias el Seco, periodista, Marco Tulio Dardón, Manuel Urrutia, tipógrafo de la Tipografía Nacional, Carlos Zona Soto, Carlos Arias, cubano, Moncho Amaya Amador, novelista hondureño, Alejandro Silva Falla, Carlos Enrique Dardón, que se quedó definitivamente a vivir en Argentina, José Luis Barillas, y muchos otros.

Estando asilados, recibieron la invitación del gobierno de Perón para exiliarse en Argentina.  Perón mandó aviones del ejército, uno de los cuales sufrió desperfectos en pleno vuelo y los pasajeros tuvieron que deshacerse de sus pertenencias pesadas, para que la nave no se precipitara a tierra.  El Seco Paz y Paz fue obligado a tirar su máquina de escribir.

Cuando llegaron a Buenos Aires, fueron ubicados en el Hotel de Inmigrantes que está en la parte baja de la ciudad. A pocos días de haber llegado, la CIA le pasó la factura a Perón, y éste tuvo que encerrar a los sindicados como “comunistas”, en el cuadro 11 de Villa Devoto. Allí lo conocí.

Los presos políticos guatemaltecos, tanto dentro como fuera de la cárcel, recibieron la ayuda de la Liga por los Derechos Humanos, que les consiguió alojamiento, trabajo y toda clase de apoyo. También la del Partido Comunista, que tenía una publicación “Nuestra Palabra”, con la que colaboró Fernando. Alguna vez lo ayudé a traducir algún material, a corregir sus textos y armar algunas páginas.

En ese entonces, ese partido organizó un gigantesco pic nic para conmemorar la Revolución Soviética, durante el cual Fernando tocó la guitarra y compartió con Pablo Neruda el escenario, recitando poemas. Fue un evento gigantesco, en un área verde de los alrededores de Buenos Aires. Lo cierto es que llegamos en tren y vivimos tres días en aquella ciudad improvisada.

Durante algún tiempo en Buenos Aires, los guatemaltecos solían reunirse en el departamento de Miguel Angel Asturias, en el segundo piso de un edificio de la calle San Martín. Allí compartían Enrique Torres, Manuel Galich, Miguel Ángel y demás intelectuales, periodistas y obreros. Todo marchaba bien, hasta que se pasaban de tragos…

-II-

Fernando se había graduado de bachiller en el INVO de Chiquimula, y luego había rendido cursos para obtener el título de profesor de enseñanza media y tener acceso a nuevas fuentes de trabajo.

Regresamos de Argentina con nuestros dos hijos, Dante y Sergio, exactamente el 4 de marzo de 1959. Volamos por Pan American e hicimos escala en Trinidad unas horas, y en Cuba dos días, donde acababa de triunfar la revolución.  En ese tiempo no había vuelos directos. Este “regreso" fue posible porque Fernando se acogió a la amnistía que dio el gobierno de Idígoras Fuentes.

Una vez aquí, Fernando se incorporó al periodismo nacional y trabajó en casi todos los periódicos en vigor. Estando El Impacto (hoy La hora), se fue con Rafael Matta Retana, Ramiro Mac Donnald y no sé quien más a Cuba, que en ese momento estaba en plena construcción de su proyecto político, incluyendo las campañas de alfabetización y los famosos juicios de la Habana. Estando en cuba, Guatemala rompió relaciones con ese país presionada por los gringos, así que cuando regresaron, tuvieron que hacerlo por Costa Rica, si mal no recuerdo.  La fecha se me escapa, pero recuerdo que comenzaron a escribir sobre lo que habían visto, y pronto recibieron amenazas. Uno de ellos, Ramiro, fue objeto de ataques violentos.

Debemos admitir que Fernando nunca fue un “combatiente", y que su vida no se caracterizó por defender ideales políticos hasta la muerte. Es decir, no era un “militante político”. Sin embargo, cuando el Mico Sandoval Alarcón estaba en la presidencia del Congreso, Fernando comenzó a escribir un libro anecdótico de los hechos que se daban en ese lugar.  El libro iba avanzando, los originales que iba escribiendo mientras hacía su trabajo en la dirección informativa del Impacto, los mantenía en la gaveta de su escritorio.  Entonces recibió una advertencia del Mico, a quien no le pasó desapercibido el hecho de que ello constituía un peligro. Fernando me lo contó, le hice ver a lo que se exponía si continuaba en ese empeño. No me hizo caso. Poco después, cuando fue atropellado en la Colonia del Maestro por un carro “fantasma”, que según el médico Daniel Roche le pasó dos o tres veces encima de la cabeza (es decir que lo atropelló, retrocedió y le volvió a pasar encima) pensé en el libro y en la amenaza. Y cuando llegué a El Impacto a recoger los originales, estos habían desaparecido. En otras palabras, lo mataron para silenciarlo…

También sé que a través de Humberto Pineda, padre, Humbertillo Pineda, hijo, Luis Arturo Pineda y otros revolucionarios, colaboraba con las FAR.  No sé cómo ni en qué medida, pero en nuestra casa a veces aparecían cantimploras, máquinas de escribir, uniformes y otras cosas...  También alojamos a militantes, como la hija de Alejandro Silva Falla, que oportunamente se mató cuando se vió rodeada por el ejército y la judicial.

Aparte de todo esto, una cosa es segura: Fernando Valdés Diaz ejerció la profesión de "bohemio sin remedio”!!!

(*) Ana María Pedroni, profesora de lengua y literatura inglesa, semióloga, periodista. Falleció en Guatemala el domingo 28 de marzo de 2010. Más información en entradas posteriores.